Los tilos del patio y la explanada del Caserío de Lobones florecen al comenzar el verano.
El paisaje que percibes cuando entras a su patio es muy agradable porque los tilos lo han hecho diferente. Se cubre de un suave color amarillo y respiras con los ojos cerrados el aroma tan dulce que se esparce por los jardines del Caserío.
Los árboles siempre han estado cargados de simbolismo y las anécdotas sobre ellos dan paso a las leyendas. Y los tilos, estos árboles tan imponentes, guardan muchas de ellas.
La presencia de los tilos
En la antigüedad los tilos se consideraban árboles sagrados, quizás por su longevidad, y simbolizaban el poder divino, el amor y la victoria.
En la Grecia Antigua se suponía que eran el hogar de las diosas del amor, quizás debido a sus hojas con forma de corazón. En la era cristiana esa idea se transformó pasando a ser el árbol de la Santa Madre. Por eso no es raro encontrar santuarios construidos cercas de arboledas de tilos.
Decía Ovidio que un matrimonio de ancianos se amó mucho y ante la proximidad de la muerte, pidieron morir juntos para evitar el dolor de la pérdida el uno del otro. Zeus, compadecido por su bondad, les concedió el deseo y llegado el momento él se convirtió en roble y ella en tilo entrelazando sus ramas.
En la “Belle Epoque” de Berlín, el paseo bajo los tilos “Unter den Linden” era el corazón de la ciudad. Tras el levantamiento del Muro, lo poco que quedaba de ese bello paseo se quedó en el sector oriental. Tras la unificación se recuperó esta vía volviendo los tilos a Berlín.
No podían faltar los tilos en la literatura y en la poesía, como esta de Gerardo Diego que plasma totalmente la belleza del tilo:
“Vosotros, entre abejas monacales
de oro sonoro, Tilos
que desde el huerto veis surtir cristales
de mi ciprés de Silos.
Como la flor del Tilo en primavera
contra el insomnio torvo,
beberte en infusión, niña, quisiera
beberte sorbo a sorbo.
(Gerardo Diego, El Tilo)”
Flores de calma
Las flores del tilo ofrecen generosamente néctar a las abejas para luego obtener una riquísima miel. Sin embargo, no solo se benefician de sus flores insectos y aves, sino que nosotros nos deleitamos con su elixir, la “tila” que te lleva a la calma y a la armonía.
Pensar en poder degustar una caliente infusión de tila mezclada con azahar, anís verde o poleo entre los diseños cálidos y acogedores de los salones del Caserío de Lobones, nos lleva a sentir doblemente la paz. Y no digamos los desayunos pausados en una mañana fresca… todo un placer.
Te invitamos a pasear por la explanada y el patio de tilos de la Finca Lobones y su hotel rural. La explanada de 750 metros cuadrados y el patio de 85 te esperan con color y aroma a tilo.
Queremos que sientas ese bienestar y confort que tantas veces han disfrutado invitados y huéspedes que celebraron con nosotros sus eventos familiares o empresariales.
Aroma, sombra y leyenda.
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